Supongo que la gran mayoría de mis lectores ya hablan castellano. Pero también supongo que conocen a alguien que lo está aprendiendo, o que están aprendiendo otro idioma extranjero. En este capítulo les voy a contar algunos episodios en mi viaje a la fluidez, para que puedan ser más compasivos con sus amigos extranjeros, o para que se sientan mejor en sus estudios lingüisticos, o para que se rían algo del gringo nomás jaja.
Cuando llegué a Chile por primera vez, llegué pensado que hablaba español. Jaja. Pensé que en un par de semanas se me soltaría la lengua y no tendría más problemas.
Pues estaba equivocado.
Siempre que alguien me pregunta por qué me mudé a Chile y le digo que en parte quise mejorar mi español, se cagan de la risa, diciendo que en Chile tienen el peor español. Cosa que ni siquiera es cierto: el español de Cuba es muchísimo más difícil, seguido por el Puertorriqueño, y básicamente todos los españoles que se habla en una isla. Encuentro que el español de Chile es bastante bonito. Me gustan los sonidos, me gusta como tiende a lo exagerado, me gusta cuando callas… aunque es cierto que tiene sus particularidades. Es como la misma empanada de pino – riquísima, aunque tan molida que no se puede saber que era originalmente, y llena de weas raras (por qué un cuarto de huevo? Por qué trae pasas a veces y a veces no? Por qué nadie le quita los huesos de las aceitunas??). Algo un poco misterioso, y a la vez familiar y hogareño.
Cuando llevaba un par de meses en Chile, la polola y yo salimos con un compa de mi oficina y su esposa. Hicimos algo típico gringo, piola, como sándwiches de mantequilla de maní y mermelada o macaronis con queso y una catita de vinos chilenos, bien elegante cachay. El lunes, me topé con mi compa en la mañana y entre saludar le pregunté, “y cómo está tu marida?”
Noté en su cara, con algo de desaliento, que mi amigo estaba suprimiendo una reacción fuerte. Cuando retomó el control y me corrigió, le dije, “Bueno parece que metí la pata.”
“Sí weón, ‘marida’ no existe… o bueno, no fuera de Barcelona. Se dice ‘esposa’ nomás.”
Me reí, y le expliqué que la próxima vez se riera nomás en vez de ponerse cortez. Esto por tres razones: Uno, quiero entender la gracia de la situación también; dos, si te ríes voy a acordarme mejor y no volver a cometer el mismo error; y tres, me he reido a cantidad de extranjeros en mi país esforzándose a aprender el inglés, y me lo merezco karmicamente. Me prometió que en el futuro tomaría mis deseos en consideración, y puedo dar fe que ya ha tenido mucho éxito en su cargo.
En otras ocasiones, no he tenido que exigir que la gente se riera de mis errores gramáticos. Para los angloparlantes, distinguir entre la R y la RR es un poco complicado, y a veces pronunciarlas también. Después de cantidad de tiempo en Chile, tenía confianza en que podía escuchar la diferencia entre las dos sin esfuerzo, y también que podía formar los sonidos bien. Pero, todavía son un poco intercambiables en mi mente, y a veces pongo una R donde va una RR, o viceversa. Normalmente, está claro lo que quise decir y el error se entiende como una parte de mi acento. Pero a veces es un poco más nefasto.
Salí una vez con unos amigos después de la pega para unas chelas, con una chica de otro departamento que se llamaba Zoraida. Y después de no más que media chela, le dije Zorraida. Ufff. Se rieron y se rieron los demás, y yo poniéndome más rojo que Don Bily Bilz. Ufff si la vida tuviese un botón de rebobinar, quise morirme de vergüenza. Después de ese incidente tuve que reducir la velocidad algo, para no repetir… y aunque jamás lo he repetido, menos lo han olvidado mis amigos.
Sin embargo, lo que realmente me ha arruinado el español es que ya me sale demasiado chileno, según mi polola (mexicana). Que ocupo muchas palabras que no se ocupan fuera de Chile. Pensé por más de un año que esto nomás era algo de orgullo nacional. Conocía hartos otros extranjeros de países hispanohablantes, y aunque siempre habían palabras y modismos distintos, no se nos dificultó la comunicación.
Luego, salí de Chile para un congreso en Perú. Resultó, como todos los congresos, en un bar. Y en vez de muchos chilenos y pocos extranjeros, fuimos pocos chilenos y muchos no chilenos. Y… me costó hacerme entender.
“Una consulta, puedo cancelar con tarjeta? Normalmente ocupo efectivo pero hoy día no tengo.”
Etcetera. Estaba en una mesa con unos colombianos y bueno, unos compañeros quienes por supuesto tenían un conocimiento más amplio del español tuvieron que traducir. Que realmente no sabía otras palabras que las del chilensis profundo, y me di cuenta que me faltaba harto para aprender. Como subir un cerro y llegando a la cima, viendo el otro cerro más alto más adelante.
Todo esto me ha hecho una persona un poquito más humilde, y un poquito más compasiva. Aunque todavía pido que se ría la gente de mis errores, intento no hacer lo mismo con la gente aprendiendo el inglés. Un par de años después del congreso en Perú, fuimos a un congreso en Luisiana, y como tengo amigos en Luisiana, salimos todos los chilenos con ellos después. A un compa de San Felipe le gustó mi amiga de Nueva Orleans, y estiró un poco sus habilidades lingüísticas para coquetear. Pero no podía pronunciar bien “things,” dijo a su vez “tings”, que mi amiga obviamente pensó tierno pero tampoco podía resistir el webeo, diciendole “tings” toda la noche. Le dije a mi polola que me estaba costando un poco.
“Sé que no quiere ser mala, pero es un poco pesado que lo webea tanto.”
“Por qué?” respondió.
“Pues es que está esforzandose mucho, ni vive aquí y lo sabe ella pero no puede dejar eso de ‘tings’.”
“Ay pues déjalos, ese tipo lo merece igual.”
“Cómo que se lo merece?”
“Pues te echa carilla a ti igual por tu acento, nunca te diste cuenta?”
“😮 Maldito!”
Así que no le dije nada, y pasaron toda la noche los dos diciéndose “tings” una al otro. Y menos mal, se fueron de allí sin nosotros, se casaron, y ya tienen una casa y dos hijos. Les dicen “Ting 1” y “Ting 2”.